Dra. Azucena Murillo Olivas

Cardiología Pediátrica

Obesidad en los Niños

La obesidad constituye un problema de salud pública y es uno de los padecimientos epidémicos de los países desarrollados. En los países en desarrollo la población más afectada es la de clase media. Durante los últimos años, por imitación y consumo de alimentos con alto valor energético, la obesidad infantil ha incrementado en México.

Gordo
Debe desaparecer la idea de que la gordura en los niños es símbolo de salud, o que con la edad reducirán de peso. Con frecuencia se piensa que la gordura será transitoria y que es tan solo una expresión del crecimiento y desarrollo del individuo. Desafortunadamente esta opinión no solo es aceptada por la mayoría de las personas, sino por algunos médicos que no le dan la debida importancia cuando la detectan. Para evitar la obesidad es conveniente que desde los primeros meses de la vida los niños adquieran buenos hábitos de alimentación.

La edad de aparición de la gordura en el 50 por ciento de los casos es antes de los dos años. El resto se observa en las etapas de mayor crecimiento, particularmente en la pubertad y adolescencia. Tanto en la práctica médica institucional como en la privada, cada día es más frecuente enfrentarse a niños y adolescentes obesos, quienes generalmente provienen de las clases media y alta. La obesidad está asociada a 300 mil muertes por año. Aproximadamente un 80 por ciento de los adolescentes obesos lo seguirán siendo durante el resto de su vida. Menos del cinco por ciento de los adultos que pierden peso son capaces de mantenerse en su peso ideal durante cinco años después de un tratamiento para reducir el peso y seis por ciento recupera el peso perdido en los primeros seis a doce meses.

La obesidad contribuye entre otras causas a incrementar la mortalidad por enfermedades cardiovasculares, la diabetes mellitus, las alteraciones esqueléticas, la hipertensión arterial, la hipercolesterolemia y la inadaptación psicosocial, entre las más importantes.

¿Qué se entiende por obesidad?
La palabra obesidad deriva del latín obesus que quiere decir "Persona que tiene gordura en demasía". Se caracteriza por la acumulación y almacenamiento excesivo de grasa, principalmente en el tejido adiposo. Se manifiesta por un incremento de peso mayor al 20 por ciento del peso ideal esperado para la edad, la talla y el sexo. En los niños entre dos y cinco años de edad, una fórmula práctica, aunque no exacta, para calcular el peso ideal en kilogramos es multiplicar la edad en años por dos y sumarle ocho (niño de tres años= 3 x 2 + 8 = 14 kg.). Estos factores tienen que ser cuidadosamente comparados cuando se analiza la obesidad en los niños y adolescentes.

En la mayoría de los casos el médico, los padres y el niño están más preocupados por los problemas sociales que la obesidad origina, que por las alteraciones y complicaciones metabólicas que ésta puede ocasionar.

¿Cuáles son las causas por la que mi hijo puede ser obeso?
La obesidad durante la infancia y adolescencia es el resultado de una compleja interacción entre factores genéticos, psicológicos, ambientales y socioeconómicos. Los factores como el estado de salud y el ambiente en que se desarrolla el niño juegan un papel principal en la génesis de la obesidad. Factores predisponentes para que un niño se convierta en obeso son que los padres sean gordos y los hábitos inadecuados de alimentación en la familia. La obesidad es más frecuente cuando la madre es obesa en virtud de que ella es la que normalmente convive mayor tiempo con el niño. Actitudes sedentarias como comer golosinas delante del televisor, en el automóvil y durante los juegos de salón o de mesa favorecen la obesidad.

¿Cómo se manifiesta la obesidad?

La creencia de los padres y de algunos médicos de que el lactante obeso es signo de salud es falsa. Inicialmente el aumento de peso es paulatino y progresivo, los padres están contentos porque su hijo se ve sano, después regordete y por último gordo cuando ya sobrepasó el 20 por ciento de su peso ideal.

Niños Gordos 2
¿Puede afectar psicológicamente la obesidad a mi hijo?
Sí. La capacidad del niño para discriminar entre el hambre y otras necesidades o afectos se desarrolla en la experiencia recíproca al lado de su madre. Cuando la madre alimenta al niño en respuesta a demandas que no son nutricionales, como ternura, enojo o miedo, él no podrá diferenciar entre lo que es el hambre y estar molesto. Esto provocará una sobrealimentación y la confusión ante las demandas afectivas del niño que no le permitirán tener una claridad de sus necesidades, lo que generará mayor inseguridad. El niño y adolescente obesos muestran poca tolerancia a las actitudes de sus compañeros y familiares en relación con su aspecto y aceptación. Muy pronto se sienten marginados y rechazados y los insultos de sus compañeros pueden ser muy destructivos. Esta condición se exacerba en los adolescentes en los cuales la obesidad coincide con los cambios físicos propios de su edad. Ser obeso o tener ligero sobrepeso está fuera de moda.

¿Cómo puedo prevenir la obesidad en mi hijo?
A través de modificar los hábitos nutricionales de la familia, principalmente en los padres, quienes a pesar de no ser obesos, deben vigilar estrechamente la alimentación de sus hijos y limitar el consumo exagerado de alimentos. Un ejemplo de qué, cómo y cuándo se consumen alimentos es la mejor forma para educar a los hijos. Ya que compartir los alimentos constituye una actividad social y trascendente en la relación familiar, esta oportunidad debe aprovecharse para prevenir la obesidad infantil y evitar llegar al tratamiento que es muy complejo y prolongado.

La mejor forma de impedir que aparezca la obesidad es alimentar adecuadamente a los niños desde su nacimiento y durante los primeros años de vida. Desde los primeros meses de la vida se conocen los alimentos, se identifican sus sabores y texturas, se adquieren los hábitos de alimentación, y se marcan los gustos y las preferencias.

Mediante la alimentación al pecho materno (libre demanda), el niño consume lo que necesita, mientras que con el biberón se tiende a alimentarlo de más, lo que puede ser el inicio de la obesidad y el mal hábito.

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adecuada de alimentos diferentes de la leche materna entre los cuatro y seis meses de edad es indispensable para prevenir la obesidad. Hay que iniciar con un solo alimento ofreciéndolo por dos o tres días seguidos para conocer su tolerancia. No hay que mezclar alimentos ni forzar su aceptación. Hay que ofrecer primero los sólidos y después los líquidos e incrementar progresivamente la cantidad ofrecida. Se recomienda promover el consumo de alimentos naturales preparados sin la adición de condimentos y especies, y ofrecer alimentos con textura adecuada para la edad. Se empieza primero con papillas, seguidas de picados y trozos. Hay que recordar que la alimentación en un hábito y por lo tanto deberá adaptarse al horario y al menú familiar, lo cual favorece socialización y el aprendizaje.

Durante los dos primeros años de vida se genera en los niños el hábito alimentario a través de cómo, cuándo, dónde y con quién come.

Establecer reglas para la alimentación, tales como el horario, lugar y comportamiento a la hora de la comida, promover una masticación adecuada y marcar el tiempo disponible para el consumo de alimentos, y otras, serán las bases de los hábitos de alimentación.

Utilizar algunos alimentos y principalmente las golosinas como premios no es conveniente ya que se encuentran fuera de las reglas. Hacer esto puede originar que el niño empiece a tener una preferencia marcada por estos alimentos y a relacionarlos con actos y conductas que ante sus padres fueron positivos.

Ahora señalaremos cómo se trata la obesidad y la importancia de la participación de los padres en el manejo integral del niño obeso.

¿Cómo puedo participar en el tratamiento de la obesidad de mi hijo?
El tratamiento del paciente obeso es multidisciplinario. Ante la sospecha de sobrepeso en su hijo, debe consultar al médico lo antes posible, quien a su vez se apoyará en el endocrinólogo pediatra, nutriólogo, paidopsiquiatra, gastroenterólogo pedíatra y psicólogo, para manejarlo integralmente.
Los padres debemos vigilar que el niño al bajar de peso no presente alteraciones en su crecimiento y desarrollo, no sufra alteraciones metabólicas, no disminuya su apetito y tratar de evitar los problemas psicológicos. Estos son los objetivos que se persiguen durante el tratamiento. Una forma práctica para lograrlos es a través de los siguientes pasos:

Cómo cambiar el hábito alimentario del niño y la familia.
Educar a su hijo y modificar los hábitos alimentarios familiares, no es tarea fácil. Sin embargo se pueden utilizar diferentes técnicas que lo harán más sencillo y que a continuación recomendamos:

Control diario. Consiste en que el niño lleve un registro semanal del consumo de alimentos, especificando la cantidad de cada uno de ellos, así como la actividad física que realiza y por cuánto tiempo. Hay que evitar las actividades que condicionan el consumo de alimentos fuera de los horarios de comida, como el ir de compras al supermercado antes de haber comido y comer botanas. También hay que evitar consumir alimentos que por costumbre se acompañen de otros hipercalóricos, como hamburguesas con papas y refresco, pizzas, hot dogs y especialmente lo que se conoce como "comida rápida". Comprometer al niño en la observación de su dieta y actividad física lo hará más responsable y consciente de su problema.

Familia Comiendo
Modificación de los hábitos dietéticos. Esta es lo más difícil de lograr y puede conseguirse reforzando los buenos hábitos como masticar bien, comer despacio, la disminuir la cantidad de alimentos, balancear la dieta, evitar las golosinas, tomar agua en lugar de refrescos, no realizar otra actividad simultánea como ver la televisión o estar distraído con juguetes, cambiar los hábitos de toda la familia, plantear metas semanales para evaluarlas e incrementar la actividad física diaria. Durante el tiempo que el niño esté bajo un régimen dietético y acuda a un evento infantil (fiestas, kermesse, etc.), deberá decirle que podrá comer y reforzar su conducta ante cualquier circunstancia social a través de felicitarlo por su comportamiento y premiarlo con un estímulo afectivo.

Adoptando una dieta adecuada para su etapa de crecimiento y desarrollo.
Bajo prescripción médica se aportarán los requerimientos calóricos diarios del niño de acuerdo a su etapa de crecimiento y desarrollo. Es conveniente sugerir los alimentos que habitualmente se consumen y particularmente aquellos que más le agradan al niño. Así el médico podrá seleccionar de ellos aquellos que sean adecuados para la nueva dieta.

En la medida de lo posible y de acuerdo con su edad se individualiza y fracciona la dieta en las comidas del día y de preferencia con el sistema de intercambios para elegir alimentos. Hay que recordar que la prescripción dietética es sólo una parte del tratamiento nutricional.

Las dietas muy bajas en calorías no están indicadas para niños ni adolescentes. Generalmente son dietas que se emplean por periodos muy cortos y que no modifican la conducta alimentaría, lo que tampoco se recomienda para los niños. No hay que olvidar que el niño pertenece a un entorno social en el que la alimentación juega un papel trascendental.

Los hijos aprenden los malos hábitos alimentarios de sus padres. Por ejemplo agregar sal antes de probar los alimentos, y usar azúcar, condimentos, salsas y aceites en exceso. El niño adquiere estos malos hábitos durante las comidas del día inicialmente por imitación y posteriormente repitiéndolas, generando así un mal hábito para su vida futura.

Practicando el ejercicio y la actividad física rutinaria.
Estos favorecen el gasto de energía y contribuyen a disminuir el peso. Incorporar al niño y adolescente a la actividad física diaria es un principio indispensable. Se recomienda que esta actividad la realice acompañado de los padres, hermanos o amigos con una frecuencia de 3 a 5 días por semana. Hay que iniciarlo con una duración de 15 minutos e incrementarlo hasta una hora. Actividades como caminata, natación, ciclismo, o bien, algún deporte de interés y diversión para el niño como jugar fútbol o
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son buenos ejercicios. Por otra parte, se debe propiciar la actividad física diaria en casa, tratar de caminar más, subir escaleras en lugar de utilizar elevador y andar en bicicleta. Hay que minimizar las actividades sedentarias por largos periodos, como son ver televisión, usar la computadora y los juegos de vídeo.

Los beneficios de la actividad física en el tratamiento del sobrepeso tienen 2 pilares fundamentales: el gasto calórico del ejercicio propiamente dicho y el factor psicológico, el cual incluye una disminución del apetito porque colaborara con el control de la ansiedad y el mejoramiento de la imagen corporal. Estos son los principales beneficios:

1. Disminución de la presión arterial.
2. Aumento de la capacidad pulmonar.
3. Aumento de la fuerza muscular.
4. Aumento de la capacidad aeróbica.
5. Disminución de la masa grasa.
6. Disminución de los niveles de triglicéridos.
7. Aumento de HDL.
8. Disminución de los niveles de insulina.
9. Mejoría de la relación del individuo con su propio cuerpo.
10. Modificación de la conducta alimentaría con disminución del apetito, en especial de la ansiedad.

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Tipo de ejercicio recomendable. La actividad debe ser preferentemente aeróbica (marcha, trote, gimnasia, bicicleta, natación), la cual se recomienda practicar 3 veces por semana con una duración de 30 a 40 minutos por sesión. Es importante avanzar gradualmente y conocer el límite propio. Cada individuo tiene consideraciones particulares para la elección del tipo de actividad. Para evitar complicaciones, la persona debe ser evaluada por un profesional. Generalmente el ciclismo y la marcha son bien tolerados en todos los casos.

La actividad física es un pilar fundamental del tratamiento de los trastornos del peso que modifica la composición del cuerpo y el funcionamiento del metabolismo, lo cual mejora la relación con la comida y con el propio cuerpo. Por ello es que desde esta mejoría se hace posible un tratamiento efectivo a largo plazo que culmine con una modificación de los hábitos erróneos del individuo.

Participación activa de los padres y la familia.
Esta es la acción más importante de todo el tratamiento. De los padres depende en gran medida el tipo, cantidad y preparación de los alimentos que comerá el niño. Es muy útil modificar los hábitos alimentarios de toda la familia, no comprar alimentos que el niño no puede consumir, utilizar platos pequeños, ofrecer porciones pequeñas, mantener los alimentos fuera de la vista del niño y educar con el ejemplo. En ocasiones los padres condicionan indirectamente la obesidad de sus hijos al ofrecerles alimentos para distraerlos. Por ejemplo dándoles golosinas en los momentos en que están "ocupados" y no pueden atenderlos, o premiándolos con con pasteles, dulces, chocolates y helados.

Healthy Family
Convivir durante la alimentación del niño, poner límites y compartir los alimentos en familia favorecen el instituir buenos hábitos.

A partir de la edad escolar es conveniente hacer responsable al niño de seguir las recomendaciones de la dieta, siempre supervisado por los padres, quienes deben estar convencidos y de mutuo acuerdo con todas las medidas que se llevarán a cabo para alcanzar el éxito del tratamiento. Hay que recordar que “la alimentación es un hábito que se adquiere en el seno familiar".